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Alemania. La Izquierda (Die Linke) y Palestina

Pocos temas resultan tan polarizantes en Die Linke (La Izquierda) actualmente como la cuestión de la solidaridad con Palestina, la postura respecto a Israel y, relacionada con ello, la cuestión del antisemitismo. De hecho, estos campos de conflicto remiten a un problema más profundo: la posición frente al antiimperialismo.

Para los partidos que desempeñan un papel parlamentario en países como Alemania, la cuestión del antiimperialismo –por más que presenten como prioridad una “política de reformas de izquierda”– define si son realmente opositores o si forman parte de los pilares del sistema dominante. En partidos como Los Verdes (y retrocediendo más de un siglo, el SPD) se puede observar cuán rápidamente se puede pasar de la oposición al sistema y la “marcha por las instituciones” a convertirse en portavoces del rearme de la OTAN y propagandistas acérrimos de la política imperialista. En su política hacia Oriente Medio, ambos partidos compiten con la CDU/CSU por ver quién defiende con mayor coherencia la solidaridad incondicional con Israel, elevada a razón de Estado.

Programa de Erfurt

El actual programa de Die Linke, aprobado en Erfurt en 2011, establece en su capítulo “Imperialismo y guerra” una clara caracterización del poder económico-militar de los centros imperialistas y de los conflictos bélicos impulsados por los objetivos geopolíticos de las grandes potencias en competencia. En él también se denuncia el carácter agresivo de la OTAN y otras agencias imperialistas. Entre otras cosas, se exige la disolución de la OTAN y la salida de Alemania de tales “alianzas de seguridad”. Sin embargo, desde la guerra en Ucrania y el llamado “cambio de época” (`Zeitenwende`), estas posiciones han empezado a tambalearse también dentro de Die Linke, como se puede observar en cualquier tertulia televisiva con dirigentes del partido, en la cuestión de las sanciones contra Rusia o en el progresivo debilitamiento del rechazo a los presupuestos militares.

Además, el “antiimperialismo” de Die Linke siempre fue vacío, al limitarse a fomentar ilusiones pacifistas en una “política de paz” burguesa, en el “derecho internacional” y su aplicación a través de las Naciones Unidas. Como era de esperar de un partido reformista, le falta una perspectiva de lucha de clases internacional y de destrucción de las instituciones imperialistas.

La solución de dos Estados como programa

Una palanca importante para desmantelar las posiciones antiimperialistas que obstaculizan una participación en el gobierno federal es, sobre todo, la cuestión palestina. Esto quedó especialmente claro en una extensa intervención que Gregor Gysi realizó en 2008 con motivo del 60º aniversario de la fundación del Estado de Israel, y que hoy puede encontrarse como artículo temático sobre “La posición de Die Linke respecto al Estado de Israel” en su sitio web. En ella, Gysi explica por qué considera que el “antiimperialismo” no es adecuado para definir la posición del partido respecto a Israel, y por qué rechaza el “antisionismo” como proyecto político, aunque afirme no tenerle simpatía al sionismo.

Gysi reduce el “antiimperialismo” a la “solidaridad con movimientos nacionales de liberación”. Considera que la historia de estos movimientos está cerrada, y que sus “remanentes” actuales como Hamás o Hezbolá ya no contienen ningún contenido progresivo. Aunque reconoce el origen de Israel como proyecto colonial bajo protección imperialista (primero británica, luego estadounidense) y el papel funcional que desempeñó para los intereses de la potencia mundial estadounidense en la región, relega estos elementos a un segundo plano, dado que considera que la existencia de Israel no habría podido garantizarse sin el amparo de EE. UU.

El punto de inflexión sigue siendo la cuestión del “derecho a existir” y la “razón de Estado alemana”, ambos abordados en detalle en el texto. Según Gysi, la perspectiva reaccionaria y colonialista del sionismo –que incluso admite que estuvo dispuesta a utilizar la violencia en las nuevas colonias– habría resultado, ante la brutalidad del antisemitismo europeo, más realista que la posición progresista del antisionismo judío. Solo a través de un Estado nacional judío propio podría garantizarse la existencia de la vida judía. Por ello rechaza también la solución de un solo Estado en Palestina: “Quien hoy defiende un solo Estado para judíos y judías, palestinos y palestinas, con estructura democrática, acepta de facto que los palestinos constituirían la mayoría, lo ocuparían todo y las persecuciones, opresiones y pogromos contra los judíos, como ha ocurrido durante miles de años, no podrían evitarse”.

Bajo esta lógica –que parte de que solo un Estado mayoritariamente judío garantizaría la supervivencia de los judíos en la región, y presupone que el antisemitismo sería “natural” también entre la población palestina como lo fue en Europa–, se define el “derecho a existir” como un derecho exclusivo del pueblo judío, subordinando a la población árabe del Estado de Israel. Tal situación solo podría resolverse “sin apartheid” mediante una solución de dos Estados basada en la separación étnica.

Durante el debate del programa de Erfurt en 2011, los intensos debates sobre antisemitismo se apaciguaron finalmente al incorporar exactamente esta lógica de Gysi: desde entonces, Die Linke defiende en su programa el “derecho a existir de Israel” y la solución de dos Estados. Por supuesto, al no cumplirse esta solución, también queda cubierto en el programa cierto margen para criticar el apartheid y la negación de derechos a los palestinos, así como para apoyar iniciativas de paz basadas en esa, cada vez más ilusoria, solución. La perspectiva de una convivencia democrática en un Estado común multiétnico –con población judía, árabe, drusa y otras en Palestina– queda descartada desde el principio por la supuesta necesidad del Estado nacional judío.

De esta manera, el programa bloquea también cualquier perspectiva socialista que busque superar las barreras nacionales y étnicas mediante una política de clase internacionalista, tanto en Palestina como en el mundo árabe. Se descarta incluso la posibilidad de quebrar el bloque reaccionario sionista en Israel, y se evita por completo cualquier discusión sobre una constitución democrática para un Estado palestino que garantice los derechos de todas las comunidades nacionales y religiosas, incluidos los derechos de la minoría judía.

Sí a Israel, sí a su “protección”…

Con este punto arquimédico de reconocimiento incondicional de un Estado exclusivamente judío (cualesquiera sean sus fronteras), se asume también en gran medida la necesidad de una “función de protección” para ese Estado. Aunque Gysi reconoce que los intereses propios de EE.UU. (y de la RFA de la posguerra) son cuestionables, sostiene que en este caso debe aprovecharse esa “base equivocada” para lograr un fin correcto. Incluso si el término “razón de Estado” es dudoso, el buen objetivo –según Adorno, hacer todo para que Auschwitz no se repita– sería más importante.

Así, de los tres pilares de la política exterior alemana a los que Die Linke tendría que comprometerse en caso de formar parte o tolerar un gobierno –“alianza atlántica”, integración europea y existencia de Israel como razón de Estado–, Gysi considera que este último es el más asumible. Dentro del marco del reconocimiento del derecho a existir, toda crítica a las políticas de apartheid, a los excesos racistas o a las acciones bélicas sería, según él, necesaria y admisible.

…“Solidaridad”, solo dentro de este marco

En este marco se mueven también las declaraciones y actividades políticas de la dirección de Die Linke, así como todas las resoluciones partidarias recientes sobre la guerra en Gaza. En la resolución del último congreso titulada “¡Detener el desplazamiento y el hambre en Gaza – Aplicar el derecho internacional!”, se nombran claramente los crímenes del gobierno israelí y su ejército en Gaza, y se llama a protestar: “Como izquierda, participamos en manifestaciones de solidaridad con Palestina y difundimos información sobre la guerra y la situación en Palestina e Israel. Nuestra solidaridad está con las personas en Israel, Palestina y en todo el mundo que luchan por el fin inmediato de la guerra y de la ocupación, y que se oponen al ultraderechista gobierno de Netanyahu, a Hamás y a los beneficiarios globales del conflicto”.

Se exige tanto la aplicación de la orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra Netanyahu, en caso de que visite Alemania, como el fin del suministro de armas a Israel. Al mismo tiempo, se deja “claro” que se rechaza toda colaboración con fuerzas que cuestionen o siquiera pongan en duda el derecho a existir de Israel.

Así, tras el congreso se reprendió públicamente y de inmediato a Ulrike Eifler, miembro de la dirección, por un post en el que insinuaba una “solución de un solo Estado” mediante un mapa (incluso por la también “izquierdista” Ines Schwerdtner). De igual modo, una de las principales preocupaciones internas respecto a la manifestación solidaria con Gaza organizada por el partido el 19 de julio fue evitar la participación de organizaciones que pusieran en duda el derecho a existir de Israel o que incluso aparecieran “islamofascistas” en la protesta.

La solidaridad con Gaza llega solo hasta el punto en que las víctimas del genocidio acepten los parámetros políticos de Die Linke. No se trata de construir la mayor unidad posible en la lucha contra el genocidio y contra las exportaciones de armas alemanas, sino de evitar a toda costa ser señalados por los medios alemanes pro-sionistas como antisemitas “enemigos de Israel”.

Tareas y posibilidades

No obstante, con la campaña electoral y la afluencia de nuevos miembros –sobre todo migrantes–, el clima dentro del partido ha cambiado, y también en la cuestión Israel-Palestina podría abrirse un nuevo espacio. El cambio en la definición de antisemitismo utilizada por el partido –que ya no califica automáticamente de antisemitas a quienes defienden la solución de un solo Estado– es sin duda una señal de que el consenso vigente desde 2008 respecto a la cuestión de un Estado y la interpretación específica del “derecho a existir de Israel” como garantía de un Estado puramente judío, puede ser cuestionado nuevamente.

Sin embargo, mientras se siga aceptando como “necesaria” la protección imperialista de un Israel fuertemente armado y no se apoye abiertamente la resistencia antiimperialista en la región (aun con todas las críticas legítimas a las políticas equivocadas de sus direcciones), la “solidaridad con Gaza” seguirá siendo solo una declaración de intenciones. Que la dirección del partido no va más allá, se evidencia en que no ha exigido en ningún lugar el levantamiento de la prohibición de todas las organizaciones palestinas impuesta por el Estado imperialista alemán.

Más aún: la política actual de guerra del Estado israelí, legitimada como “autodefensa”, no garantiza a largo plazo la existencia de la vida judía en la región. Impide cualquier reconciliación pacífica con las poblaciones mayoritarias de la zona, vuelve a Israel cada vez más odiado y dependiente de una política puramente militar y represiva (interna y externa), y, por tanto, más dependiente del apoyo constante, en especial de EE.UU.

Esta perspectiva de represión y agresión no es una “locura” del actual gobierno de extrema derecha de Israel, sino una consecuencia necesaria de la estrategia de mantener un Estado judío exclusivo, racista y colonialista a toda costa. Esta estrategia ya ha hecho añicos todas las utopías de una solución de dos Estados. El gobierno de Netanyahu impulsa, por el contrario, una solución de un solo Estado, llevando la política de limpieza étnica genocida y desplazamiento hasta sus últimas consecuencias. Esto debe combatirse con toda energía.

La izquierda en Die Linke tiene la tarea de imponer un verdadero cambio de rumbo en su partido. Para ello, debe romper con todas las ilusiones reaccionarias en la solución de dos Estados, rechazar cualquier adaptación a la razón de Estado y luchar por un Estado democrático y socialista en Palestina, al que puedan regresar todos los desplazados y en el que todos, independientemente de su nacionalidad o religión, puedan vivir con igualdad de derechos.

Por Markus Lehner, Neue Internationale 293, julio/agosto de 2025

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