Playa, calor y hormonas, un tridente efectivísimo en la misión de capturar ojos púberes. Si a eso se le agrega lujo, excesos, una muerte no resuelta, alta dosis de seducción y sexo y un «millonarios versus pobres» la fórmula suele explotar. Y Netflix la hace detonar por enésima vez.
Con sus clichés a cuestas, la serie Mar de fondo (Knokke Off en su título original) cumple con esa intención de magnetizar jóvenes, aunque no tenga ambiciones demasiado artísticas. Combina la luminosidad de las costas europeas y la belleza hegemónica de sus actores con la oscuridad entrañas adentro de los clanes acomodados.
Un verano adolescente en la costa belga y entre ricos. Podría ser un plan perfecto, pero también una tragedia, porque no hay posición social, educación o barrio que salve a un púber de los peligros del mundo y de sus monstruos internos… incluso de sus propios padres.
Louise (Pommelien Thijs) y Alex (Willem De Schryver) aparentan los novios perfectos, hijos de familias pulcras de buen nombre y solvencia económica. Basta la lupa para entender la complejidad de sus árboles genealógicos disfuncionales y cómo los secretos familiares inciden en sus arrogantes comportamientos.
Daan (Eliyha Altena), el chico humilde que llega a esa ciudad costera de Knokke-Heist con su madre Melissa (Anna Drijver), es el que viene a remover el avispero de los prejuicios y a proponer el triángulo de la historia. El juego es descubrir qué integrante de cada familia porta el aguijón más venenoso.
El comienzo es casi el final. Un flashback del protagonista nos da la pauta de que en el presente (y parafraseando los temas marítimos) Alex tiene el agua hasta el cuello. «Ellos ya lo saben», le dice a su madre, como entregado a lo que viene. ¿Qué saben? ¿Quiénes?
Pommelien Thijs y Eliyha Altena en una escena de «Mar de fondo».Más allá de la trama juvenil, el mundo de los personajes adultos abre interesantes subtramas y nos lleva todo el tiempo al terreno de las complejas relaciones entre hijos, padres, esposos, amantes. Miserias maquilladas con impunidad y una idea que se hace presente todo el tiempo: las abultadas billeteras no pueden compensar vacíos.
El argumento general no escapa a lo que proponen las historias típicas de teenagers, el camino hacia el autoconocimiento en esa transición hacia la adultez. En este viaje de escenarios idílicos, mareas altas, arena, motorhomes, infidelidades y crimen encubierto surfeamos en dramas como los trastornos de salud mental, el consumo de drogas y la violencia de género.
Bélgica no tiene enorme presencia en los catálogos del streaming, pero algo de lo que se pudo ver por aquí resultó potente (como el thriller Dos veranos, o el thriller psicológico Tábula rasa). Este producto tiene puntos de conexión con otra serie europea (sueca) que el algoritmo tiene entre sus preferidos por estos días en Netflix: Una familia normal. En ambas, la hipocresía y las máscaras sociales son determinantes en la trama.
Triángulo juvenil. Con varios giros de guion y buenas actuaciones, Mar de fondo (de la que ya hay noticias de segunda temporada, y que de a ratos puede remitir a la española Elite) sostiene el ritmo en capítulos fácilmente digeribles (10, de 35 minutos cada uno). Funciona por estos días como un buen pasatiempo de verano, como esos chapuzones intensos que se disfrutan y se olvidan a la velocidad de una ola.
Ficha
Calificación: Buena
Género: Drama. Protagonistas: Pommelien Thijs, Willem De Schryver, Eliyha Altena. Dirección y creación: Anthony Van Biervliet. Episodios: 10, por Netflix.