El Estadio Metropolitano era un verdadero hervidero. Con 70.112 espectadores, record de asistencia en esa cancha, se jugaba el derbi madrileño entre Atlético Madrid y Real Madrid. El duelo venía siendo cerradísimo entre dos equipos más preocupados por desactivar al rival que ocuparse de atacar. Hasta que el elenco de Carlo Ancelotti marcó el 1-0 de la mano de Eder Militao y a partir de allí todo se desmadró. El arquero visitante, de pasado en el Atleti, celebró el gol de cara a la gente y automáticamente cayó una lluvia de encendedores al campo.
El francés advirtió al árbitro, Mateo Busquets Ferrer. El joven colegiado, de 30 años, actuó velozmente. Y tomó una determinación que sorprendió a todos. No anduvo con vueltas y a los 23 minutos optó por cortar por lo sano y frenar el juego. No solo eso, mandó a los dos planteles a los vestuarios. «Nos metemos y si todo se tranquiliza volvemos a salir», les dijo tanto a Ancelotti como a Diego Simeone.
El Cholo se acercó a la tribuna del incidente y le pidió calma con sus manos a los hinchas que estaban enardecidos, algunos con la cara tapada con una máscara, al mejor estilo barra brava argentina. Los equipos abandonaron el campo y por la voz del estadio se pidió calma.
Luego de unos 10 minutos, los protagonistas retornaron, hicieron una pequeña entrada en calor y el juego se reanudó desde donde frenó, en un saque de arco a favor de Real Madrid. Simeone, mientras, le seguía exigiendo tranquilidad a su público. La advertencia del juez fue que si se arrojaba un proyectil más el partido quedaría definitivamente suspendido.
El derbi venía caliente desde la previa. De hecho, hubo una intención de los fanáticos del Atleti de concurrir con barbijos a la cancha para poder insultar libremente a Vinicius, algo que finalmente no prosperó. De todos modos, el brasileño fue silbado en cada intervención.